Tras el paréntesis del prosículo anterior, continuamos nuestra breve glosa
de la obra de Proust, que nos llevará por derroteros más oníricos.
Leyendo, no hace mucho, un suplemento sobre el sueño en la revista New Scientist,
en el que se afirmaba que la diferencia entre vigilia y sueño no es tan extrema
como pueda parecer (en concreto se decía que el estado de sueño no es una
situación on-off), me vinieron al
recuerdo ciertos momentos intermedios, al caer en el sueño o al volver a la
vigilia, que aparecen descritos con insuperable maestría en las primeras
páginas de la Recherche.
Esos límites entre lo que creemos nuestro estado de plena consciencia y
otros estados, como el del sueño, que escapan a nuestra voluntad y a las normas
comunes de la razón, nos suelen dejar algo perplejos. El narrador proustiano cuenta
que, al ir despertando de un breve sueño, confunde su propio ser con el contenido
del libro que estaba leyendo: “una iglesia, un cuarteto o la rivalidad entre
Francisco I y Carlos V” (reconozco que siempre me fascinó poder ser la
rivalidad entre ambos monarcas). El caso es similar a situaciones que todos
hemos experimentado, pero lo más interesante, como sigue diciendo el narrador, es
que “esa creencia sobrevivía unos segundos a mi despertar; no chocaba a mi
razón”.
Es cierto que raras veces chocan a nuestra razón los sucesos soñados, o que
incluso, aunque nos sorprenda algún detalle, nos sigue pareciendo muy razonable
el resto de la extraña fantasía, y que solo al rememorarla, ya despiertos, y evaluarla
con la racionalidad de la vigilia, somos capaces de detectar las faltas
cometidas contra la lógica común. Pero lo que resulta más inquietante es que la
razón siga suspendida en esos breves segundos tras el despertar (o al ir a caer
en el sueño y no hacerlo). En realidad, en esos instantes seguramente no
estamos aún despiertos, y la “lógica” del mundo de los sueños sigue imperando…
¿o quizá deberíamos decir que estamos volviendo a caer en este mundo atado a
las férreas normas de la razón desde esos paraísos oníricos libres de toda ley?
Por otra parte, también resulta asombroso el modo
en que “volvemos” al espacio y tiempo real después del sueño: en la mayoría de
los casos, algún proceso interno nos resitúa en la realidad, pero en ocasiones
ese “programa neuronal” parece fallar y salimos del sueño confusos con respecto
a la hora, el día e incluso la época del año o el lugar en el que estamos.
Suele durar un instante, pero es una desorientación que puede experimentarse
como placentera… Sobre este punto también don Marcelo se explaya en las
primeras páginas de la Recherche,
pero no las transcribimos para que sea mayor el placer de buscarlas y leerlas.